lunes, 1 de agosto de 2016

Y finalmente, ¿dónde se encuentra la felicidad?

¿Qué tan feliz has sido a lo largo de tu vida?




Como lo manifiesta el filósofo español Fernando Savater: “En lo único que a primera vista todos estamos de acuerdo, es que no estamos de acuerdo con todos.” Y aún así, TODOS estamos divagando en este universo con un objetivo en común: la búsqueda de la felicidad. Así pues, unos creen conseguirla en las personas, y otros en los objetos; en las emociones, en un dios, en la energía, o en lo que "nuestra dopamina" como centro de placer determine.

Buscamos esa euforia perpetua en el exterior, pocas veces en nuestro interior, reburujamos en las cosas materiales, como sinónimo de cuánto más tienes, más pleno eres; y por ello hay quienes aman ir de compras. El consumismo es el mejor aliado para aquellos que encuentran en ese afán irremediable por adquirir cosas innecesarias, un alivio a su depresión o mal llamada infelicidad.
Pese a semejantes esfuerzos, no existe centro comercial o tienda que venda la receta para el tan anhelado eterno regocijo. Al parecer, tampoco hay una prescripción mágica para ello, aunque las opciones sobre cómo obtenerla son amplias y abundan por doquier consejos motivacionales que incitan a encontrarla: conferencias, libros, películas, entre otros. Incluso existen indicadores y escalas que miden el nivel de felicidad de las personas.

Hay quienes en esa vía hacia la pesquisa de la plenitud se desvían por el camino de las adicciones de todo tipo, no sólo al juego o a las drogas, sino también al sexo o la adicción al amor. Nos convertimos en adictos al amor cuando la inseguridad y el miedo se apropian de nosotros, cuando necesitamos de alguien para sentirnos completos, cuando nos obsesionamos por una persona o una relación con sentido de salvación, cuando el deseo normal de unión y cooperación se transforma en hambre insaciable y poderosa distorsionando la realidad.

No estamos hechos para ser héroes, ningún ser humano lo está; sin embargo, se nos recomienda a menudo vestirnos con capa y espada, y salir a perseguir nuestros ideales; aquellos que nos proporcionen bienestar y felicidad.Un ápice fugaz, un instante tras otro nos recuerda la fragilidad de la vida; y nos conduce de cara a cara con la única posibilidad que tenemos para dejar huella en el mundo, ese momento presente que a veces dejamos escapar porque lo creemos eterno:¡El ahora!

Personalmente, trato de no seguir estándares establecidos; la fórmula que me ha servido para mantener el equilibrio y encontrarme en ese estado de paz espiritual y mejoramiento continuo es unas cuantas gotas de confianza, una alta dosis de fluidez con varias cucharaditas de serenidad mezcladas con pasión y grandes cantidades de resiliencia. He descubierto que la felicidad está en el disfrute de las cosas sencillas, en la evitación de comparaciones absurdas e insignificantes con los demás, en la simpleza del vivir y del poseer.


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