jueves, 5 de enero de 2017

¡Que nada ni nadie te detenga!


La vida misma con sus lecciones sabias se ha encargado de enseñarme a ser fuerte, a llevarme a tomar mis propias decisiones sin esperar consentimientos y a guiarme por senderos inimaginables.

Como mujer, crecí en una sociedad que me moldeaba en ciertos paradigmas y modelos, muy machistas por cierto; pero de los cuales me he ido desapegando poco a poco, porque creo en la igualdad de género como principio social y constitucional. Gracias a ello, he intentado romper esos patrones tradicionales y he podido vivir experiencias diferentes que no hubiesen sido posibles si me dejase llevar por el miedo, por el qué dirán, o por el hecho de que soy mujer y de que supuestamente "necesito un hombre o una compañía a mi lado" para que me proteja y no me pase nada.

Viajar sola ha sido una vivencia increíble repleta de innumerables situaciones novedosas que me han puesto de frente conmigo misma y con lo que soy.
Cuando viajo cada día se convierte en una aventura distinta que me obliga a encarar pequeños retos en mi trasegar.

En la ruta no hay rutina, no hay límites, no hay pautas únicas, no hay perfección. Y aunque no todo es improvisación, tampoco hay planificación; porque por más que se planee cada detalle, siempre existen cosas que se escapan de las manos o simplemente cambian. Por eso es importante tener alternativas en mente.
La rutina es un modo de conformismo que se debe evitar para salir a explorar mundos nuevos, para buscar la plenitud y entablar por fin, esa difícil conversación cara a cara con uno mismo y decirse las verdades que por tiempo se han ocultado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario